viernes, 24 de octubre de 2014

Cuerpo con sentido: hacia una pedagogía poética

No se aprende con el cerebro sino con todo el cuerpo.

The Wall es una película de Alan Parker realizada en 1982, el guión fue escrito por Roger Waters, integrante de Pink Floyd. La obra está inspirada en el álbum del mismo nombre y del mismo grupo. Básicamente la película es una crítica directa a la rigidez de la sociedad inglesa. Rigidez que atraviesa la praxis social de punta a punta, y reforzándose desde la educación en las escuelas. Claro, hablamos de una sociedad que se recupera poco a poco de los estragos de la guerra y que aún (hablo del momento temporal de la cinta) no se permite soñar, evidencia de eso la escena de la burla cuando el protagonista es sorprendido escribiendo poemas en clase. Pero la sensación de sueño roto o prohibido se ve a lo largo de todo el filme. Un niño-hombre que crece sin padre porque lo pierde en la guerra, una madre sobreprotectora y rígida, una sociedad castrante que no permite a nadie salirse de las normas, son los ingredientes para formar a este hombre triste, incapaz de sonreír y que ve su cuerpo lleno de gusanos en el delirio de la sobredosis. Que sueña o metaforiza en su delirio, una sociedad fascista de la que él es la voz principal y puede por eso condenar a aquellos que a su juicio no encajan en el modelo social.
Creo que es perfectamente normal, para quien ha visto la película, que una vez leído el artículo de Cuervo, se haga una intertextualidad y se asocien ciertos conceptos, se recuerden los aportes en los que se habla de la sociedad que vigila y la religión que culpa y condena todo aquello que considere obsceno, como el cuerpo, el cuerpo es tan obsceno como la poesía cuando se hace parte de una sociedad castrante y vigilante que censura y condena. Porque a la poesía, al igual que al cuerpo, se le teme.
Cuando la razón prima, la subjetividad se esconde, y cuando el miedo impera, el sueño se prohíbe. En una sociedad que castra el primer miedo es al cuerpo. Ese animal lleno de pasiones debe reprimirse como sea y para eso tenemos la religión y la culpa. En una sociedad represiva se aprende desde la razón y la objetividad, el aprendizaje es un ejercicio intelectual que compromete solo al cerebro y los órganos o sentidos que necesita para aprender. Ya lo decía el texto: hay dos formas de concebirnos, cuando decimos este es mi cuerpo y cuando decimos soy este cuerpo. En la primera afirmación el ejercicio es netamente mental e intelectual, pero en la segunda la actitud es de integración del cuerpo y mente como un todo que funciona en forma perfecta. No solo el cerebro aprende, todo nuestro cuerpo aprende. Pero nos enseñaron desde siempre la primera oración, tuvimos que desaprender para poder aprender de verdad, para darnos cuenta que la única forma de acceder al conocimiento es con la conciencia de que en el proceso del aprendizaje se vincula cuerpo, mente y espíritu. Nunca ha sido una actividad netamente intelectual, ha sido integral y por lo mismo poética.
No se aprende ni se lee con el cerebro sino con todo el cuerpo. Nuestro cuerpo es la obra de arte que nos permite entender el mundo desde nuestra propia subjetividad pero nuestras taras mentales no nos dejan acceder al lenguaje poético apropiado para poder leer y leernos.
Si el arte es experiencia mi cuerpo es arte. Si somos conscientes de estos tendremos una pedagogía poética, si pensamos que para entender la poesía y el arte debemos partir de nuestro cuerpo que es arte y poesía al vez. Arte como la obra de Rodin “El Beso”, que con el paso del tiempo dejó de serlo a los ojos del artista y por eso le fue cambiando el nombre, nuestro cuerpo cambia con el tiempo pero no por eso deja de ser perfecto, armónico, poético. Y poesía porque cada cosa la recibimos y damos con todo nuestro cuerpo, nuestros sentidos, nuestra sangre, carne y huesos, como la poesía que en cada verso tiene eso, sangre, carne, huesos, alma.   

Las mil y una noche
“Una salvación se inclina”
Stephane Mallarmé

Sorprendente es el idioma, su convicción
para mentir, su cantar allí.
Se corta la sílaba como prepucio,
se desnudan los cuellos de las muertas
para que sea un cuento, un himno a la seducción
el que ayude a soportar la cama, la calma del día siguiente.
Hay cuerpos bronceados en este cielo y en este mapa,
cabezas seccionadas que imploran desde el piso;
mil dicen,
maldicen la soledad, la ausencia del otro;
la desesperada respuesta que callan
en su matriz, en la mueca que, como privilegio
denuncia muda las rarezas de la muerte.
Desde las infieles bárbaras entrañas
gozo como un rey tu presencia cruda, no aguanto mirarte,
siempre hay una lágrima la última vez.
Un cuento a mitad del camino.
Como un hombre viejo y loco denuncio cada noche
tu fantasía,
tu lenguaje,
que espera en la pureza del día mi muda aprobación.
Creo que ha existido una sola voz
para mi miedo,
pero son damas solitarias, ajusticiadas nupciales
en algún lugar del antiguo corazón
las que me invitan a escucharte.

Daniel Muxica /NIHIL OBSTAT

Publicado por Alejandro Campos

1 comentario:

  1. Me encantó este texto, tu lectura de mi ensayo.... ohhh le tememos al cuepo y a la poesía...

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