No se aprende con el
cerebro sino con todo el cuerpo.
The Wall es una película de Alan
Parker realizada en 1982, el guión fue escrito por Roger Waters, integrante de
Pink Floyd. La obra está inspirada en el álbum del mismo nombre y del mismo
grupo. Básicamente la película es una crítica directa a la rigidez de la
sociedad inglesa. Rigidez que atraviesa la praxis social de punta a punta, y
reforzándose desde la educación en las escuelas. Claro, hablamos de una sociedad
que se recupera poco a poco de los estragos de la guerra y que aún (hablo del
momento temporal de la cinta) no se permite soñar, evidencia de eso la escena
de la burla cuando el protagonista es sorprendido escribiendo poemas en clase.
Pero la sensación de sueño roto o prohibido se ve a lo largo de todo el filme. Un
niño-hombre que crece sin padre porque lo pierde en la guerra, una madre sobreprotectora
y rígida, una sociedad castrante que no permite a nadie salirse de las normas,
son los ingredientes para formar a este hombre triste, incapaz de sonreír y que
ve su cuerpo lleno de gusanos en el delirio de la sobredosis. Que sueña o metaforiza
en su delirio, una sociedad fascista de la que él es la voz principal y puede
por eso condenar a aquellos que a su juicio no encajan en el modelo social.
Creo que es perfectamente normal,
para quien ha visto la película, que una vez leído el artículo de Cuervo, se
haga una intertextualidad y se asocien ciertos conceptos, se recuerden los aportes
en los que se habla de la sociedad que vigila y la religión que culpa y condena
todo aquello que considere obsceno, como el cuerpo, el cuerpo es tan obsceno
como la poesía cuando se hace parte de una sociedad castrante y vigilante que
censura y condena. Porque a la poesía, al igual que al cuerpo, se le teme.
Cuando la razón prima, la
subjetividad se esconde, y cuando el miedo impera, el sueño se prohíbe. En una
sociedad que castra el primer miedo es al cuerpo. Ese animal lleno de pasiones
debe reprimirse como sea y para eso tenemos la religión y la culpa. En una
sociedad represiva se aprende desde la razón y la objetividad, el aprendizaje
es un ejercicio intelectual que compromete solo al cerebro y los órganos o
sentidos que necesita para aprender. Ya lo decía el texto: hay dos formas de
concebirnos, cuando decimos este es mi cuerpo y cuando decimos soy este cuerpo.
En la primera afirmación el ejercicio es netamente mental e intelectual, pero
en la segunda la actitud es de integración del cuerpo y mente como un todo que
funciona en forma perfecta. No solo el cerebro aprende, todo nuestro cuerpo aprende.
Pero nos enseñaron desde siempre la primera oración, tuvimos que desaprender
para poder aprender de verdad, para darnos cuenta que la única forma de acceder
al conocimiento es con la conciencia de que en el proceso del aprendizaje se
vincula cuerpo, mente y espíritu. Nunca ha sido una actividad netamente
intelectual, ha sido integral y por lo mismo poética.
No se aprende ni se lee con el
cerebro sino con todo el cuerpo. Nuestro cuerpo es la obra de arte que nos
permite entender el mundo desde nuestra propia subjetividad pero nuestras taras
mentales no nos dejan acceder al lenguaje poético apropiado para poder leer y
leernos.
Si el arte es experiencia mi
cuerpo es arte. Si somos conscientes de estos tendremos una pedagogía poética,
si pensamos que para entender la poesía y el arte debemos partir de nuestro cuerpo
que es arte y poesía al vez. Arte como la obra de Rodin “El Beso”, que con el
paso del tiempo dejó de serlo a los ojos del artista y por eso le fue cambiando
el nombre, nuestro cuerpo cambia con el tiempo pero no por eso deja de ser
perfecto, armónico, poético. Y poesía porque cada cosa la recibimos y damos con
todo nuestro cuerpo, nuestros sentidos, nuestra sangre, carne y huesos, como la
poesía que en cada verso tiene eso, sangre, carne, huesos, alma.
Las mil y una noche
“Una salvación se
inclina”
Stephane Mallarmé
Sorprendente
es el idioma, su convicción
para mentir,
su cantar allí.
Se corta la
sílaba como prepucio,
se desnudan
los cuellos de las muertas
para que sea
un cuento, un himno a la seducción
el que ayude
a soportar la cama, la calma del día siguiente.
Hay cuerpos
bronceados en este cielo y en este mapa,
cabezas seccionadas
que imploran desde el piso;
mil dicen,
maldicen la
soledad, la ausencia del otro;
la
desesperada respuesta que callan
en su
matriz, en la mueca que, como privilegio
denuncia
muda las rarezas de la muerte.
Desde las infieles
bárbaras entrañas
gozo como un
rey tu presencia cruda, no aguanto mirarte,
siempre hay
una lágrima la última vez.
Un cuento a mitad
del camino.
Como un
hombre viejo y loco denuncio cada noche
tu fantasía,
tu lenguaje,
que espera
en la pureza del día mi muda aprobación.
Creo que ha
existido una sola voz
para mi miedo,
pero son
damas solitarias, ajusticiadas nupciales
en algún lugar
del antiguo corazón
las que me
invitan a escucharte.
Daniel Muxica
/NIHIL OBSTAT
Publicado por Alejandro Campos
Me encantó este texto, tu lectura de mi ensayo.... ohhh le tememos al cuepo y a la poesía...
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